Delgado, fibroso, elegante, volvió a Brideshead para cautivarnos con un relato de renuncia y desencanto que le convertiría en el ídolo de las televidentes de todo el mundo. Ya en la pantalla grande, ha interpretado a un considerable número de personajes melancólicos y distantes cuya mirada parece mostrar resignación ante el voyeurismo de los espectadores. Contenido y sobrio, su mirada triste nos conduce a veces por fríos y desolados laberintos donde la moral parece cosa de otros. Alejado del ruido de Hollywood, Jeremy Irons elige cuidadosamente los guiones, alternando el cine con su gran pasión: el teatro.