Hija de dos auténticos mitos del mundo del cine, el director Roberto Rossellini (aún hoy reconoce que sueña con su padre, a quien nunca le gustó su obsesión por la cosmética) y la actriz Ingrid Bergman, Isabella pasó su infancia entre Roma y París y, a los 19 años, se trasladó a Nueva York. Su primer trabajo fue como reportera para un canal de televisión, aunque pronto su vida dio un giro cuando se casó muy joven con el director de cine Martin Scorsese, del que se divorció al cabo de poco tiempo.
Su carrera como modelo publicitaria comenzó con 28 años cumplidos, una edad poco habitual para iniciar la toma de contacto con el glamouroso mundo del estilo y la belleza. Al mismo tiempo, retomó su carrera cinematográfica, que había iniciado en la adolescencia, y protagonizó, entre otros, el filme Terciopelo Azul de David Lynch, fue su compañero sentimental durante varios años.
En 1990, la firma Lancôme le propone ser su imagen, a cambio de un multimillonario contrato. El sueño se acaba seis años después: era demasiado mayor. Su inesperada salida de la casa francesa en 1996, cuando tenía 44 años, le ha influido más de lo que esperaba, e Isabella ha llegado a reconocer que desde entonces está menos segura de su encanto físico.
Isabella Rosellini, sin embargo, no ha abandonado el mundo de la cosmética. Aceptó el desafío y creó Manifesto, su propia línea de maquillaje bajo el amparo de la firma Lancaster, con la que ha vuelto a conseguir un gran éxito de ventas, y de la que ella misma es imagen.
Isabella Rossellini es, casi llegados los 50 años, una mujer feliz. Bella, inteligente y natural, vive en Nueva York con sus dos hijos, Elettra y Roberto. En 1997 publicó un libro de memorias, Algo de mí, con recuerdos de su infancia, su vida sentimental y su carrera.