Primero es la pasión. Y no precisamente de Fernando Alonso, sino de su padre, José Luis Alonso, un maestro industrial que siempre quiso ver a su hijo en el podium de los campeones. Desde que apenas caminaba, arrastraba al pequeño a las pistas de karts, con un vehículo que él mismo había construido.
Con tres años ganó su primera carrera. Nada del otro mundo, un evento organizado por un centro comercial, pero ya comenzó a verse en Fernando Alonso madera de líder.
Cuatro años más tarde, ganó su primera carrera oficial de karts. Se proclamó campeón infantil de Asturias. Era el principio de una leyenda. La de padre e hijo recorriéndose de norte a sur la geografía del país en un viejo Peugeot. Por fortuna, algún cazatalentos o simplemente enamorado del automovilismo quiso ayudar a la familia Alonso, quienes vivían con una estrecha economía, con la que apenas podían permitirse los numerosos desplazamientos y compromisos sobre las pistas de su hijo.
En un primer momento el padrino de Alonso fue Genís Marcó, un importador de karts, que quiso ver a este chaval voluntarioso como número uno del mundo. Después, en 1999, aparece en su vida el ex piloto de Minardi, Adrián Campos, quien se convierte en su manager y le abre las puertas a la Fórmula 1.
Por fin llegó su hora más feliz. Después de miles de horas de entrenamiento, de cientos de horas de competición, de pasión desatada por la velocidad, Fernando Alonso consiguió que su nombre se escribiera con letras de oro en la historia de la Fórmula 1: en 2005 se convirtió en el piloto más joven en conseguir un Campeonato del Mundo y en el primer español en lograr tamaña hazaña, bajo los colores de la escudería Renault. Un año más tarde, volvería a hacer gala de su determinación por triunfar, dejando a Michael Schumacher con la miel en los labios: la miel del título que le volvió a ser arrebatado.
Si el éxito deportivo ha llamado sin duda a la puerta de Fernando Alonso y le ha colmado de satisfacciones, en el amor tampoco ha sido desafortunado. En 1999, el piloto asturiano más famoso del mundo conoció a Rebeca, una estudiante de música del Conservatorio de Avilés. Discretos, y siempre procurando vivir su amor sin la presencia de las cámaras, la relación no llegó a buen puerto, entre otros motivos por la distancia. Fernando Alonso tuvo que trasladarse a vivir a Oxford, donde tiene sede su equipo.
El corazón del asturiano no quedo, sin embargo, mucho tiempo desocupado. Y es que una dama, famosa por su voz y por su presencia activa en las ondas, consiguió hacerle sonreír más allá de las pistas. Ella era Raquel de Rosario, vocalista de El sueño de Morfeo. Por obra del amor, ella se transformó en el sueño más plácido del campeón y la pareja contrajo matrimonio en una ceremonia muy discreta en Asturias en noviembre de 2006.
El año 2007, y ya convertido en un hombre casado, no fue uno de los mejores años para Alonso, en lo que al terreno profesional se refiere, su paso la escudería McLaren Mercedes no estuvo exenta de polémica y su compañero de equipo, el británico Lewis Hamilton, no se lo puso nada fácil. El título fue para el finlandés Kimi Räikkönen, mientras que el asturiano tuvo que conformar con un tercer puesto, por detrás de Hamilton.
El 2008 el bicampeón del mundo regresó a ‘casa’, a esa escudería que casi le vio nacer y que le abrió las puertas de par en par. Alonso regresaba a Renault. Su monoplaza no cumplió con los objetivos, pero lo importante era que Alonso seguía dando que hablar. Su antiguo compañero de quipo, Lewis Hamilton consiguió hacerse con el campeonato y él tuvo que conformarse con un discreto quinto puesto. El fichaje de Ferrari no llegaba y Fernando se quedó en la escudería francesa durante 2009 acabando el campeonato en un noveno puesto.
Y en 2010... Ferrari llama a la puerta de Fernando y éste se enfunda el traje del Cavallino Rampante para pilotar el Ferrari F10 con el único objetivo de coronarse como tricampeón del mundo demostrando que ese “ niño superdotado para manejar un volante” aún tiene mucho que decir.