Toda una vida ligada, desde la cuna, a la realeza europea y al glamour hollywoodiense. Raniero y Gracia de Mónaco, tras la bella Carolina, engendraron al príncipe Alberto, convertido desde sus primeros días en Príncipe heredero. Una salva de honores le llovieron a Alberto de Mónaco desde que viera la luz un 14 de marzo de 1958. De hecho, sin ir más lejos, la reina Victoria Eugenia de España hizo las veces de madrina.
A cuna tan exquisita no le podía faltar una educación impecable. De 1977 a 1981 acudió a la Universidad en Estados Unidos, al Amherst College de Massachusetts, donde estudió Ciencias Políticas, Economía, Psicología, Literatura Inglesa, Historia del Arte, Antropología, Geología, Filosofía, Sociología, Alemán y Música. Después de una educación tan humanista y diversa, el Príncipe logró su licenciatura en 1981 en Ciencias Políticas.
Haciendo caso de la máxima que habla de mente sana en cuerpo sano, Alberto de Mónaco ha practicado durante su vida, con bastante éxito, distintas disciplinas. En su periodo universitario se especializó en lanzamiento de jabalina. Durante cuatro años formó parte del equipo de fútbol de Mónaco y siempre ha estado dispuesto a competir en deportes tan variados como remo, tenis o esquí.
Alberto de Mónaco, muy consciente de su responsabilidad, combina sus aficiones con las labores propias de un soberano. Cada día atiende los asuntos que más afectan al principado monegasco, tanto en cuestiones puramente sociales como actos oficiales de representación.
Una agenda tan apretada no impidió, sin embargo, que al príncipe Alberto se le viera en su soltería con algunas de las mujeres más bellas del mundo y tras ascender al trono, reconoció dos hijos: un niño nacido de una relación con la azafata Nicole Coste llamado Alexandre Coste, y una niña, Jazmín Grace Rotolo, que tuvo con Tamara Rotolo. Los pequeños viven con sus madres y Alberto, que recalcó que ninguno de los dos formaban parte de la línea de sucesión, mantiene una cordial relación con ambos.
El Príncipe monegasco comenzó una relación en el verano de 2001 con la nadadora sudafricana Charlene Wittstock. Sus citas comenzaron a sucederse, pero en ningún momento se hablaba de compromiso matrimonial. Los años pasaban y Alberto se resistía a pasar por el altar. Discreta y prudente, Charlene supo esperar el tiempo suficiente para convertirse en princesa y conseguir que Alberto de Mónaco abandonará su eterna soltería. El príncipe Alberto de Mónaco y Charlene se dieron el 'sí quiero' el 2 de julio de 2011 en el Palacio Grimaldi, en una boda de cuento de Hadas, a la que fueron invitados todos los monegascos.